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Nosotros

En algún otro mundo, más bien otra galaxia u otra realidad paralela, todo sería diferente, incluso yo sería diferente.

Sería lo que soñaste, lo que imaginabas en las noches en vela. Lo que tu sociedad, tan pragmática y dogmática como la conoces te ha dictado desde la infancia.

En ese otro mundo, yo iría cual héroe rutinario asesinando mis sueños, mis ambiciones. Aniquilaría, de a una, todas mis pasiones, convirtiéndome en ese soldado de carga que aporta bendiciones a la sociedad, a tú sociedad.

Te llamaría una tarde para invitarte a cenar en una mesa impecable, en donde solo tendrían espacio los negocios exitosos. Ella estaría con nosotros, sonriendo a mi lado mientras intenta calmar el llanto que se escucha a distancia.

En esa dimensión probablemente no discutiríamos tanto, siento que, después de todo, la vida me convertiría en un espejo, en el reflejo perfecto de tus virtudes, de tus dones, y probablemente ambos seríamos más felices. Sí, los dos.

Nos abrazaríamos en medio de compañías isoeléctricas. Los sentimientos serían solo poemas dramáticos estampados en la biblioteca, confinados, sin remedio, a un remolino de polvo y olvido en medio de los anaqueles repletos del monopolio.

Brindaríamos triunfantes, sin problemas ni preocupaciones, porque solamente las pasiones frustradas logran quitarme el sueño y a este punto ya las pasiones serían emociones en extinción.

¿Qué sucedería con las lágrimas? No sé, todavía me cuesta recrear un panorama sin ellas pero supongo que empacarían sus recuerdos, tomarían sus maletas y motores extintos y se pintarían en pantallas de cine, en otras mejillas, en otras realidades mucho más distantes a la tuya y la mía.

No puedo quejarme, no es justo para ninguno. Te prometo que intenté buscar entre curvas y colinas el camino a esa otra galaxia que propiciara el abrazo, pero me perdí, extravié el mapa que me aleja del drama, del dolor, de la dualidad, del querer soñar despierto ignorando el entorno, olvidando los paradigmas y esas normas idiotas que viven más en tu mente que en nuestros corazones. Construí una habitación de reproches justo entre la colección de trofeos y heridas, pero nunca tuviste la culpa, siempre fui yo, fue mi indecisión, fue mi falta de atención o esa costumbre tan necia de no poder despertar de los sueños.

Te amo, aquí te espero, el mismo sofá regordete de siempre. Ven, te invito. Tengo los ojos entreabiertos. No demores, solo quiero sentarme contigo, tomarte de la mano y así hacerte entender que en este mundo, en esta galaxia, en esta realidad, nuestra realidad, también podemos arriesgarnos a soñar juntos.


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